viernes, 15 de febrero de 2013

La batalla de la palabra


Mientras que en el terreno de juego (que en buena lógica debería ser lo único importante, pero por desgracia no es así) hemos logrado igualar al Barcelona con el trabajo hecho en los últimos dos años, en el duelo dialéctico y mediático cada vez nos ganan más terreno.

Es una lucha que hay que librar aunque no nos guste, hay que adaptarse a los tiempos, porque en su ventaja en ese terreno se ha fundamentado el dominio barcelonista en los últimos años y su gran poder mediático, muy superior al nuestro. Además de sus ágiles movimientos por las altas esferas del fútbol que ya nos explicó Alfons Godall hace más o menos un año, claro.

Y esa lucha debe partir del club. La guerra mediática decide cosas en el terreno de juego. Por ejemplo, las campañas contra jugadores de un equipo fuerzan que estos sean amonestados en los partidos, los árbitros no son de piedra y si leen durante un mes "este jugador es violento", ese jugador tendrá más posibilidades de ser expulsado que de no serlo. Lo vimos con Pepe hace dos años. Se vio con Ibrahimovic hace dos días. La fama importa. Y hay que luchar por evitar que nuestro  enemigo se salga con la suya con las avalanchas de mierda que se vierten sobre los nuestros. 



Hay que ponerse serios, sobre todo con la prensa madrileña. Ya está bien de que quieran manejar el club y ya está bien de que lo consigan manipulando a los aficionados. Hay que dar un golpe sobre la mesa retirándoles las promociones y la posibilidad de lucrarse con productos oficiales del club. Y hay que ser inflexible con todos los medios que calumnian a algunos de nuestros jugadores y entrenador, por la vía jurídica si es necesario. El Barcelona ha vetado medios y puesto denuncias cuando lo ha creído necesario y no le ha ido nada mal.

Y sobre todo, debemos ser inteligentes. No puede ser que la mitad de las veces que los jugadores del equipo hablen en zona mixta caigan en alguna trampa del periodista de turno o hagan declaraciones que después puedan ser utilizadas para desestabilizar a la plantilla. Eso hay que corregirlo.

Xavi Hernández salió ayer a rueda de prensa y denunció una campaña (inexistente) contra Messi. Aunque no exista, su mensaje cala, porque los medios le han asentado en la opinión pública como una eminencia del fútbol. ¿Por qué no hace lo mismo Iker Casillas? Su mensaje también calaría, al principio dirían que está abducido por Mourinho, pero al final tendrían que tragar. Pero no, nuestro capitán prefiere no comulgar con su entrenador, filtrar cosas del vestuario a través de su novia, ser amigo de Xavi y "no crear mal ambiente en la Selección", cuando desde Barcelona no dejan de demostrar que dicho ambiente les importa un pimiento. Pero bueno, para analizar la actitud del "capitán" del Madrid en los últimos tiempos necesitaría otra entrada. A lo que me refiero es a la nula utilización por parte del club de sus figuras más aceptadas y reconocidas mediáticamente para enviar el mensaje que más beneficie al equipo.

Ellos ponen delante de los micrófonos más veces a Xavi que a otros porque saben que va a decir lo que ellos necesitan. El Barcelona como club insta a sus jugadores a hacer declaraciones desprestigiando al Madrid y defendiendo su discurso, y se quita del medio a quienes no comulgan con esta manera de hacer las cosas. Que se lo pregunten a Eto'o y a Ibrahimovic. 




En este sentido nos tienen mucho terreno ganado, y para más inri, el Real Madrid está a un paso de ir a peor. Estamos en un punto crítico. Si al final de la temporada Florentino (que será reelegido presidente con casi total seguridad), no corta de alguna manera el poder que están adquiriendo las "vacas sagradas" (Iker Casillas y Sergio Ramos) y consiente que estos tengan más importancia en el devenir del club que el entrenador, habremos perdido. El control del Madrid ya no será ni del presidente ni del entrenador, será de un par de jugadores y sus amigos periodistas. Y quién sabe, quizá ese pueda ser el principio de nuestro fin.

Hay que tomárselo en serio.

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